La inflación en Argentina ha sido un tema de constante debate. Sin embargo, en los últimos seis meses se observa una tendencia a la desinflación, un hecho inesperado por muchos analistas. Este cambio en el panorama económico tiene un impacto directo en la forma en que las familias argentinas administran sus ingresos y gastos, lo que conlleva una profunda mutación en la economía del hogar.
Salarios y Poder Adquisitivo: Una Mirada a la Realidad
Si bien los datos oficiales muestran un crecimiento salarial por encima de la inflación en los últimos meses, esta afirmación debe matizarse. Existen importantes disparidades entre los sectores registrados e informales de la economía, generando una realidad compleja y heterogénea. Un empleado registrado en un sector con fuertes convenios colectivos puede experimentar un aumento significativo de su poder adquisitivo, mientras que un trabajador informal en un sector con poca o ninguna regulación se enfrentará a una realidad muy diferente. La desigualdad es, por lo tanto, una pieza crucial en este análisis.
Para entender el impacto real en el hogar, hay que analizar el poder adquisitivo: ¿Cuánto puedo comprar con mi salario? La respuesta depende de la evolución de los precios de los bienes y servicios de consumo, que es lo que determina el día a día y la sensación de bienestar económico, o de falta de este.
La Mutación del Gasto Familiar: El Enroque Alimentos-Tarifas
La desinflación, sumada a una corrección en los precios relativos (particularmente las tarifas de servicios públicos), ha generado un reordenamiento significativo en los gastos de las familias. Históricamente, los alimentos representaban la mayor proporción de los gastos de los hogares, pero ahora existe un “enroque” con el sector de vivienda y servicios básicos. Si bien la inflación de alimentos sigue siendo significativa, el considerable aumento en tarifas de agua, electricidad y gas ha hecho que este rubro se convierta en una presión económica importante para los hogares argentinos.
La falta de datos oficiales actualizados sobre el gasto de los hogares dificulta la cuantificación precisa de este fenómeno. La última encuesta detallada es de 2017/2018. Sin embargo, al comparar los datos de esta encuesta con la de 2004/2005 podemos ver una tendencia: en 2004/2005, un tercio del ingreso familiar se destinaba a alimentos, y entre vivienda y servicios básicos y transporte se consumía un 23%. En 2017/2018, después de un proceso de reducción de subsidios a las tarifas, esa proporción cambiaba a 23% para alimentos y 29% para vivienda y servicios, reflejando la creciente incidencia de los costos de los servicios.
Análisis de Datos: Un Aumento Desigual
En el último año, la inflación de alimentos se mantuvo en línea con la inflación núcleo (alrededor del 183%), mientras que la de los servicios básicos se disparó, superando el 286%. Esta brecha se mantiene en el último trimestre, con alimentos mostrando un alza del 11% frente al 28% de los servicios. Otros servicios importantes, como salud, transporte y comunicación, experimentaron aumentos superiores al 220% interanual, generando una profunda presión sobre la economía familiar.
Estudios realizados por el IERAL de Fundación Mediterránea ofrecen una perspectiva regional. El economista Jorge Day analizó el estatus salarial de agosto de 2023, señalando que solo en Neuquén (impulsado por Vaca Muerta) se observó un aumento real del poder adquisitivo en el sector privado formal. Provincias como Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe se encontraban por debajo del promedio nacional.
El Camino Hacia 2025: Desafíos y Oportunidades
La recuperación de los salarios perdidos desde la corrida cambiaria de 2018 y la pandemia es un objetivo fundamental. Aunque alcanzar los niveles previos parece una utopía a corto plazo, el año 2025 debe marcar un cambio de rumbo. La expansión económica prevista para el próximo año, con un cierre de 2024 crucial para el arrastre estadístico, brinda una oportunidad para generar un escenario de mayor estabilidad.
Otro estudio del IERAL, a cargo de Marcos Cohen Arazi, indica una recuperación de la producción en sectores con baja generación de empleo (pesca, agro y minería), mientras que áreas como la construcción, el comercio y la industria aún necesitan un impulso significativo. Este último factor es determinante para el consumo interno y la generación de empleo de calidad, que se traduce directamente en mayor poder adquisitivo para las familias.
La Necesidad de un Crecimiento Sustentable
El proceso de desinflación, aunque lento, es una oportunidad para evitar la formación de burbujas salariales y de consumo. Un crecimiento sostenible, vinculado a la productividad y la competitividad, es esencial para generar una mejora genuina de los salarios y la creación de empleos de calidad. Solo así se puede asegurar una mayor estabilidad económica para las familias argentinas y una mejor distribución de la riqueza.
El análisis del gasto familiar revela un panorama complejo, donde la inflación y la desinflación interactúan con diferentes sectores económicos y sociales, generando un impacto desigual. Para entender cabalmente la situación es fundamental ir más allá de las cifras generales y profundizar en el análisis de datos sectoriales y regionales, reconociendo la gran heterogeneidad de la realidad económica del país.