Mientras el país se paraliza ante las marchas del 25N, una ola de indignación recorre las calles. No es solo una marcha; es un grito desesperado, un rugido que exige justicia y recursos para frenar la sangría de femicidios y la violencia de género. Este año, la situación es particularmente explosiva. La inacción gubernamental es evidente, y las víctimas, cansadas de promesas vacías, exigen cambios reales y acciones contundentes.
Córdoba: El epicentro de la protesta
En Córdoba, la bronca se palpita en el ambiente. La Asamblea Ni Una Menos organizó una marcha masiva que partió desde Colón y Cañada, un torrente humano que avanzó hasta la explanada del Patio Olmos, dejando en claro que el hartazgo es generalizado. “Las mujeres estamos en la calle porque el Gobierno nos abandona”, declaró Huilen Retacchi, miembro de la asamblea, mientras el aire se llenaba de gritos y pancartas que acusaban tanto al gobierno nacional como al provincial por su ineficacia.
El reclamo central se enfoca en la falta de recursos para los programas de atención a víctimas. Con un presupuesto menguante y personal hiperprecarizado, la atención a las mujeres víctimas de violencia se está desmoronando. Según Retacchi, “el ajuste brutal del gobierno cae con más fuerza sobre las mujeres y disidencias”, dejando en evidencia la profunda desigualdad que persiste en el país.
El silencio ensordecedor del gobierno
La indignación no se limita a Córdoba. En todo el país, las mujeres salieron a las calles para reclamar por la vida de sus hermanas, por un Estado presente y por la justicia que nunca llega. Los datos de Mumalá son escalofriantes: en 2024, solo el 12% de las víctimas realizó una denuncia, la cifra más baja en cinco años. Esto significa una enorme falla del Estado en la prevención y en la protección de las mujeres. La falta de herramientas para denunciar, la eliminación de políticas de prevención, y la precarización de la línea 144 de asesoramiento dejan un panorama desolador.
Los discursos que legitiman el odio de género, y la permisividad gubernamental ante estas prácticas, son la gasolina que alimenta esta tragedia. La disolución del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad por parte del gobierno nacional es, para muchos, la prueba definitiva de esta negligencia. “El Gobierno se lava las manos”, asegura Soledad Díaz, de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba. “Los programas anteriores no funcionaron, no por falta de ideas, sino por la falta de presupuesto y personal suficiente.”
Mientras tanto, la cifra de femicidios en Córdoba sigue aumentando. Once mujeres fueron asesinadas hasta el momento en lo que va del año, según el conteo de La Voz. Entre ellas, una niña de 8 años, Aralí Vivas, un nombre más en la larga lista de víctimas que se cobró este sistema que ha fallado a las mujeres argentinas de forma reiterada.
La marcha: un llamado a la acción
Las marchas del 25N no son solo una expresión de dolor y protesta; son un llamado urgente a la acción. Es la exigencia de un cambio de rumbo en las políticas públicas, de una inversión real en la prevención y la atención a víctimas de violencia de género. Es una lucha por la justicia, por un país donde las mujeres puedan vivir libres de miedo y violencia. Este 25N la calle está llena, pero la demanda no se limita al grito en la plaza. Se necesita un compromiso concreto, transparente y real de todas las autoridades. Que no sean solo palabras, sino políticas reales que den resultado.
Las mujeres en las calles reclaman con un dolor inmenso, reclaman un cambio. Este 25N es una prueba de fuego para aquellos que ocupan los cargos de poder. ¿Escucharán finalmente a las mujeres que exigen justicia o se seguirán llenando los cementerios con los cuerpos de las víctimas de un sistema profundamente roto? La respuesta depende de ellos, de la elección moral y política que decidan tomar. La cuenta regresiva comenzó. El tiempo se está agotando.
Amarillo “Polémica” Pérez