El 2023 nos trajo la sorpresa de la IA generativa, el 2024 la experimentación con ella. Ahora, en 2025, nos encontramos ante la pregunta clave: ¿cómo replanteamos la evaluación en la era de la inteligencia artificial? Este es el desafío que nos plantea Mariana Ferrarelli, experta en IA y educación, quien nos invita a repensar las estrategias educativas en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados.
Dilemas pedagógicos en la era de la IA
La irrupción de la IA en la educación no está exenta de dilemas. Ferrarelli, directora del programa de Inteligencia Artificial en Educación en la Universidad de San Andrés, nos invita a frenar la narrativa triunfalista y a plantearnos preguntas cruciales. ¿Realmente la IA personaliza la enseñanza por sí sola, o es el docente quien debe usarla como herramienta para diversificar y adaptar el aprendizaje a las necesidades de cada estudiante?
La personalización del aprendizaje, tan anhelada por los educadores, no es un atributo mágico de la IA. Es el diseño pedagógico del docente, apoyado en las herramientas que ofrece la IA, el que permite atender la diversidad del aula y trabajar a partir de las fortalezas y debilidades de cada alumno. La IA, en este sentido, funciona como un acelerador, potenciando las estrategias del docente para un aprendizaje más efectivo.
Un ejemplo claro es el uso de la IA para adaptar contenidos a diferentes niveles de comprensión lectora. La tecnología permite generar textos más simples o complejos sobre un mismo tema, facilitando el acceso al conocimiento para todos los estudiantes. No se trata de aprender cosas diferentes, sino de allanar el camino hacia un aprendizaje significativo para cada uno.
Es crucial comprender que la IA no personaliza la enseñanza por sí misma. Son las decisiones pedagógicas, institucionales y las políticas públicas las que determinan cómo se utiliza esta tecnología en el aula. La clave está en integrar la IA en un diseño pedagógico bien pensado, no en esperar que la tecnología resuelva mágicamente los desafíos educativos.
¿Reemplazará la IA a los docentes?
Ante la pregunta que muchos se hacen – si la IA reemplazará a los maestros -, Ferrarelli descarta un escenario apocalíptico. La tecnología no viene a sustituir lo humano, sino a complementarlo. Somos seres sociotécnicos, y la clave está en integrar la IA en las propuestas educativas, no en temerle.
El desafío no es la sustitución, sino la adaptación. Los docentes que sepan usar la IA como herramienta pedagógica tendrán una ventaja significativa. No se trata de que los docentes que no la utilicen pierdan su trabajo, sino de que sus clases podrían resultar menos atractivas para los estudiantes, acostumbrados a un mundo cada vez más tecnológico.
La verdadera potencia de la IA en la educación radica en la combinación de lo humano y lo tecnológico. El docente sigue siendo la figura central en el proceso de aprendizaje, guiando al estudiante en el uso de la IA y asegurando una experiencia educativa significativa.
Replanteando la evaluación: la agenda 2025
Si la IA llegó para quedarse, la pregunta es cómo la integramos en la evaluación. Para Ferrarelli, la clave está en repensar las consignas, en lugar de simplemente utilizar la IA para diseñar rúbricas o instrumentos de evaluación tradicionales.
Una recomendación para los docentes es acortar los textos y diversificar los materiales, incluyendo videos u otros recursos. El objetivo es promover la apropiación significativa del conocimiento, donde el estudiante, en lugar de copiar y pegar, edite y transforme la información generada por la IA en su propia escritura.
La analogía con la calculadora en matemáticas es clara: la herramienta facilita el proceso, pero no reemplaza el conocimiento fundamental. Saber escribir bien sigue siendo crucial, y la IA puede ser una aliada para mejorar la escritura, no para evitarla.
Para evitar el plagio con IA, Ferrarelli propone explicitar criterios de evaluación claros, anticipando que los textos generales, estandarizados y con lenguaje superfluo no serán aprobados. La clave está en que los estudiantes aprendan a usar la IA para enriquecer su escritura, no para copiar.
En lugar de prohibir la IA, la propuesta es integrarla en el proceso de aprendizaje. Enseñar a los estudiantes a editar textos generados por IA, a identificar sus falencias y a transformarlos en producciones propias y significativas. Se trata de formar para un mundo con IA, donde la herramienta se utiliza para potenciar el pensamiento crítico y la creatividad.
El enfoque RTD: uso responsable, transparente y documentado de la IA
Para un uso ético y efectivo de la IA en la educación, el informe propone el enfoque RTD: responsable, transparente y documentado. Esto implica que el estudiante debe declarar qué herramientas de IA utilizó, con qué propósito y de qué manera. Incluir las iteraciones del proceso en un anexo también es una buena práctica.
La transparencia en el uso de la IA no solo promueve la honestidad académica, sino que también permite al docente evaluar el proceso de aprendizaje del estudiante, más allá del resultado final. Se trata de comprender cómo el estudiante interactúa con la tecnología, cómo la utiliza para construir conocimiento y cómo transforma la información en un producto propio.
Formar para un mundo con IA implica enseñar a los estudiantes a cuestionar la información, a no aceptar pasivamente lo que les ofrece la tecnología. La IA, como cualquier herramienta, debe ser utilizada con criterio y discernimiento, y el docente juega un papel fundamental en guiar este proceso.
Más que una amenaza, la IA se presenta como una oportunidad para elevar el estándar educativo. Al exigir a los estudiantes que no solo comprendan la información, sino que también la transformen y la hagan propia, la IA nos desafía a ir más allá de la memorización y a cultivar el pensamiento crítico y la creatividad.