En un acto de cinismo que solo puede calificarse como una bofetada a la comunidad científica argentina, el presidente Javier Milei se presentó en el mismísimo corazón del Conicet, el Polo Científico Tecnológico, para hablar sobre… ¡Inteligencia Artificial! Sí, leyó bien. El mismo presidente que ha desmantelado sistemáticamente el sistema científico nacional, que ha dejado a cientos de investigadores en la calle y ha reducido las becas a cenizas, ahora pretende subirse al carro de la innovación tecnológica. Un gesto tan hipócrita que resultaría cómico si no fuera por la tragedia que representa para el futuro del país.
Milei: El sepulturero de la ciencia argentina ahora vende humo tecnológico
Milei llegó al Conicet, no para anunciar inversiones o planes de desarrollo para la ciencia local, sino para hablar de la ‘cuarta revolución industrial’, como si Argentina, bajo su gestión, estuviera siquiera preparada para subirse al tren de la modernidad. Mientras el mundo avanza a pasos agigantados en la investigación y el desarrollo, Milei nos condena a ser meros espectadores, a depender de la tecnología extranjera mientras nuestros propios científicos son forzados al exilio o a la precariedad.
La presencia de Milei en el Polo Científico fue recibida, como era de esperarse, con un repudio masivo por parte de los investigadores y trabajadores del Conicet. Pancartas con leyendas como ‘Milei, persona non grata’ y ‘No al recorte en ciencia’ inundaron el edificio, un grito desesperado de una comunidad que se niega a ser silenciada. Pero al presidente, claro, poco le importó. Acostumbrado a vivir en su propia burbuja de delirios libertarios, Milei ignoró las protestas y continuó con su discurso, plagado de lugares comunes y promesas vacías.
Un discurso lleno de cinismo y contradicciones
En su discurso, Milei tuvo la desfachatez de reconocer los ‘riesgos’ de la Inteligencia Artificial, pero no los riesgos de sus propias políticas. Advirtió sobre el peligro de que la IA caiga en manos de ‘dictadores comunistas’, pero no dijo nada sobre el peligro de que la ciencia argentina caiga en manos de un gobierno que la desprecia y la abandona a su suerte. Es como si un pirómano alertara sobre los peligros del fuego mientras sostiene una antorcha en la mano.
El colmo del absurdo llegó cuando Milei afirmó que Argentina tiene ‘el mejor recurso humano del planeta’, ese que ‘saca agua de las piedras’. ¿De qué piedras, señor presidente? ¿De las piedras que usted mismo ha puesto en el camino de nuestros científicos? ¿De las piedras que representan los recortes presupuestarios, la falta de inversión y la persecución ideológica a la que ha sometido al sector?
…el mismo (recurso humano) que tiene la mayor cantidad de unicornios per cápita en toda Latinoamérica, a pesar de haber tenido la menor inversión producto de décadas de colectivismo.
Con estas declaraciones, Milei no solo demuestra su ignorancia sobre el tema, sino que también insulta la inteligencia de todos los argentinos. Pretender que el talento científico argentino florece a pesar de su gobierno, y no gracias a las políticas de inversión y apoyo que se implementaron en el pasado, es una falacia que solo puede sostenerse desde la más absoluta deshonestidad intelectual.
La hipocresía del discurso ‘pro-tecnología’ de Milei
Milei y su séquito de funcionarios intentaron vender la idea de que Argentina puede convertirse en un ‘polo global de inversión tecnológica’. Un sueño utópico mientras se desfinancia la ciencia básica, se despide a investigadores y se reduce el presupuesto de las universidades. Es como querer construir un rascacielos sin cimientos. Sin una base sólida en ciencia y tecnología, cualquier intento de desarrollo en IA está condenado al fracaso.
Mientras el gobierno habla de ‘revolución tecnológica’, la realidad del sector científico argentino es desoladora. Laboratorios que cierran por falta de fondos, proyectos de investigación que se abandonan, jóvenes científicos que emigran en busca de oportunidades… El panorama es desalentador, y la visita de Milei al Conicet no hizo más que profundizar la indignación y la frustración de una comunidad que se siente traicionada.
La apuesta por la IA sin inversión en ciencia básica es como construir un castillo en el aire. Milei puede seguir vendiendo humo tecnológico, pero la realidad es que sus políticas están destruyendo el futuro científico del país. Y sin ciencia, no hay futuro posible.