La convocatoria a la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista, programada para el 1° de febrero, desató un intenso debate en la esfera pública argentina. El detonante fue la crítica del periodista Jonatan Viale a la movilización, a la que calificó de “joda” por la supuesta inacción del sector opositor ante casos previos de violencia de género y abuso de poder. La respuesta de Luis Novaresio, quien confrontó a Viale por sus dichos y confirmó su participación en la marcha, elevó la tensión y puso en evidencia la profunda polarización que atraviesa el país.
El debate en las redes: ¿Doble vara o indignación selectiva?
El intercambio entre Viale y Novaresio, que se desarrolló principalmente en Twitter, rápidamente se viralizó y se convirtió en un campo de batalla virtual entre defensores y detractores de la marcha. Viale argumentó que la movilización respondía a una “doble vara” de la oposición, que no habría mostrado la misma indignación ante casos de violencia de género durante gobiernos anteriores. Para sostener su postura, enumeró ejemplos como las presuntas agresiones de Alberto Fernández a Fabiola Yáñez, las acusaciones de violación contra José Alperovich y las denuncias de abuso contra Fernando Espinoza.
Novaresio, por su parte, rebatió la acusación de “joda” y calificó la postura de la CGT y sus aliados como una “vergüenza”. Además, interpeló directamente a Viale, preguntándole sobre su opinión respecto a las declaraciones del gobierno sobre parejas gays, femicidios y otras formas de discriminación. El periodista rosarino no solo defendió la legitimidad de la marcha, sino que también la enmarcó en una lucha más amplia contra los discursos de odio y la defensa de las minorías.
La marcha como símbolo de resistencia
Más allá del cruce mediático, la Marcha Antifascista se presenta como un punto de encuentro para diversos colectivos sociales que se sienten amenazados por el discurso del actual gobierno. Organizaciones feministas, movimientos LGBT+, agrupaciones de derechos humanos y partidos de izquierda confluyen en esta movilización, que busca expresar un rechazo contundente a las políticas de ajuste, a la discriminación y a la violencia institucional.
Para muchos participantes, la marcha no se trata solo de protestar contra las declaraciones de Milei en Davos, sino de visibilizar una serie de problemáticas que se han agudizado en los últimos meses: el aumento de la pobreza, la precarización laboral, la violencia de género y la persecución a las minorías. En este sentido, la movilización se configura como un acto de resistencia y un llamado a la unidad frente a un gobierno que consideran autoritario y antidemocrático.
Víctor Hugo Morales: “Lo mejor de nosotros se estará expresando”
El periodista Víctor Hugo Morales, en su editorial radial, se sumó a las voces que convocan a la marcha. Para Morales, la movilización representa “lo más humano, lo mejor de nosotros” y la calificó como una respuesta necesaria ante los discursos de odio que se han instalado en la sociedad argentina. En su editorial, Morales hizo un llamado a la unidad y a la defensa de los valores democráticos, instando a la ciudadanía a participar activamente en la construcción de un futuro más justo e igualitario.
Morales destacó la importancia de la movilización en un contexto político marcado por la polarización y el avance de la derecha. “Al marchar este sábado”, afirmó el periodista, “estaremos matando al elefante de los prejuicios”.
La necesidad de un debate profundo
La controversia generada por la Marcha Antifascista pone de manifiesto la necesidad de un debate profundo sobre los límites de la libertad de expresión, el rol de los medios de comunicación en la construcción de la opinión pública y la importancia de la movilización social en la defensa de los derechos. El cruce entre Viale y Novaresio, más allá de las diferencias personales, refleja la tensión entre dos visiones del país: una que prioriza el orden y la estabilidad, y otra que defiende la justicia social y la igualdad.
En este contexto, la Marcha Antifascista se convierte en un escenario de disputa simbólica, donde se ponen en juego no solo las diferentes interpretaciones del pasado reciente, sino también las expectativas y los proyectos de futuro para la sociedad argentina. El debate recién comienza y sus consecuencias se extenderán mucho más allá del 1° de febrero.