¡Escándalo en Embalse! Veinte familias trabajadoras del complejo hotelero estatal, un oasis de vagancia financiado por nuestros impuestos, serán echadas a la calle sin piedad. ¿Acaso no hay suficientes zánganos viviendo del Estado? Parece que para algunos, la respuesta es no.
El paraíso de la desidia se desmorona
La Unidad Turística Embalse, un complejo de 300 hectáreas con siete hoteles, cloacas, un centro polideportivo y hasta un centro de salud, se ha convertido en un nido de ñoquis. Setenta y cuatro empleados estatales, mantenidos con el sudor de nuestra frente, se dedican al noble arte de rascarse la panza mientras los argentinos de bien trabajan duro para llegar a fin de mes. Pero la fiesta se acaba: 20 de estos parásitos perderán sus empleos, una decisión que, aunque insuficiente, es un paso en la dirección correcta.
Según Ricardo Nemkansky, delegado gremial de ATE, estos empleados “trabajan” como electricistas, plomeros y parqueros. ¡Qué descaro! ¿Acaso no saben que esos trabajos los puede hacer cualquier persona con un mínimo de esfuerzo? Claro, es mucho más fácil vivir del Estado, sin tener que rendir cuentas a nadie. Y para colmo, se quejan de que no tienen recursos para insumos básicos. ¡Deberían agradecer que tienen un trabajo, aunque sea uno que no hacen!
La hipocresía del gremio estatal
ATE, el sindicato de empleados estatales, ha salido en defensa de estos ñoquis, organizando una manifestación para el viernes. ¡Qué cinismo! ¿Acaso no se dan cuenta de que están defendiendo lo indefendible? En lugar de protestar por los despidos, deberían estar promoviendo la eficiencia y la productividad en el sector público. Pero claro, eso implicaría trabajar, algo que a los sindicalistas no les gusta mucho.
Nemkansky se atreve a comparar la situación de estos empleados con la de las 40 familias que llegaron a Embalse por la apertura de una Unidad de Prefectura Naval. ¡Qué comparación tan absurda! Los prefectos arriesgan sus vidas para proteger nuestras fronteras, mientras que los empleados del complejo hotelero solo se dedican a calentar sillas. No hay punto de comparación.
¿Privatización o despilfarro?
El complejo hotelero estatal de Embalse ha sido un agujero negro para las finanzas públicas durante décadas. Su decadencia comenzó en la década de 1980, y desde entonces ha funcionado de manera intermitente, con concesiones a empresas privadas que contrataban su propio personal. Ahora, el gobierno de Daniel Scioli asegura que no será privatizado, pero tampoco ofrece soluciones concretas. ¿Qué piensa hacer con este elefante blanco que nos cuesta millones a los contribuyentes?
La incertidumbre se cierne sobre Embalse. ¿Seguirá el Estado manteniendo a estos ñoquis con nuestros impuestos, o finalmente tomará la decisión correcta y privatizará el complejo? La respuesta está en manos de Scioli, quien tiene la oportunidad de demostrar que no es cómplice de la vagancia y el despilfarro.
Mientras tanto, los 20 empleados despedidos deberán buscar un trabajo de verdad, uno en el que tengan que ganarse el sueldo con el sudor de su frente. Quizás esta sea la oportunidad que necesitan para dejar de ser parásitos del Estado y convertirse en ciudadanos productivos.
El futuro del complejo hotelero estatal de Embalse es incierto, pero una cosa está clara: el modelo actual es insostenible. El Estado no puede seguir derrochando dinero en mantener a vagos y ñoquis. Es hora de un cambio radical, de una verdadera revolución que ponga fin a la cultura de la dádiva y la impunidad.
Scioli, la pelota está en tu cancha. ¿Qué harás?