El silencio de la madrugada en Comodoro Rivadavia fue brutalmente interrumpido por gritos desgarradores que se elevaban desde una vivienda en el barrio Jorge Newbery. Allí, en la calle Sarmiento al 200, se consumaba una tragedia que dejaría una herida profunda en la comunidad: Elizabeth Poletti, de 36 años, era asesinada a golpes por su pareja, Falcón Jesús Santos, quien luego se quitaría la vida. Cuatro niños, testigos del horror, presenciaron la brutalidad del femicidio. Tres de ellos, de 18, 15 y 10 meses, fueron hospitalizados con graves lesiones. El cuarto, de 5 años, aunque físicamente ileso, carga con el peso imborrable de la tragedia.
Una vida arrebatada, un futuro destrozado
Elizabeth, madre de seis hijos, era conocida en su barrio por su calidez y dedicación a su familia. Su amiga Andrea, conmocionada por la noticia, la despidió en redes sociales con un desgarrador mensaje: “No tendremos más charlas ni compartiremos sueños de nuestros hijos juntas… Ayer estuvimos hablando y hoy ya no te tengo, querida Ely”. El dolor de Andrea es el reflejo del sentir de una comunidad que no sale del estupor ante la violencia extrema del hecho.
El femicida, Falcón Jesús Santos, tenía denuncias previas por violencia y una orden de restricción de acercamiento. Una medida que, como suele ocurrir en muchos casos, no fue suficiente para proteger a Elizabeth. La tragedia vuelve a poner en evidencia las fallas del sistema en la protección de las víctimas de violencia de género, y la urgencia de implementar medidas más efectivas para prevenir estos crímenes.
Gritos en el silencio: la inacción cómplice
Los gritos desesperados de los hijos de Elizabeth pidiendo auxilio fueron los que alertaron a una vecina, Claudia, quien valientemente ingresó a la vivienda y rescató a los menores. Su testimonio estremece: “Escuchamos los gritos… y llamamos a la Policía”. Claudia, con su acto de coraje, logró salvar a los niños del infierno, pero llegó demasiado tarde para Elizabeth. La policía y el fiscal Martín Cárcamo llegaron al lugar para iniciar las pericias, confirmando la existencia de denuncias previas y medidas de prohibición de acercamiento incumplidas por el agresor.
¿Cuántas veces Elizabeth pidió ayuda? ¿Cuántas veces sus denuncias fueron archivadas o ignoradas? La historia de Elizabeth no es un caso aislado. Es un reflejo de la realidad que viven miles de mujeres en Argentina, atrapadas en un círculo de violencia donde las medidas de protección son insuficientes y la justicia llega tarde.
El femicidio de Elizabeth Poletti es un llamado urgente a la reflexión y a la acción. Es necesario revisar las políticas públicas destinadas a proteger a las mujeres de la violencia machista, garantizar el cumplimiento de las medidas de restricción y brindar apoyo psicológico y legal a las víctimas. Es fundamental también educar en igualdad y desnaturalizar la violencia como forma de resolución de conflictos.
Más allá del horror: la lucha por la justicia
La comunidad de Comodoro Rivadavia se encuentra de luto, pero también con una profunda indignación. La muerte de Elizabeth exige justicia, no solo para ella, sino para todas las víctimas de violencia de género. Exige un compromiso real del Estado y de la sociedad para erradicar este flagelo que destruye vidas y familias.
La violencia de género es una problemática social que nos interpela a todos. No podemos permitir que más mujeres mueran a manos de sus agresores. El femicidio de Elizabeth debe ser un punto de inflexión, un llamado a la acción para construir una sociedad donde las mujeres vivan libres de violencia y sus vidas sean valoradas y protegidas.
El dolor de los hijos de Elizabeth, testigos del brutal asesinato de su madre, es una herida que difícilmente cicatrice. La sociedad tiene la obligación de brindarles la contención y el apoyo necesarios para superar este trauma. Es necesario garantizar su bienestar y su futuro, para que puedan crecer en un ambiente libre de violencia.
La lucha contra la violencia de género es una tarea colectiva. Requiere del compromiso de todos los sectores de la sociedad: el Estado, las organizaciones sociales, los medios de comunicación y cada uno de nosotros como ciudadanos. Debemos romper el silencio y denunciar cualquier situación de violencia que conozcamos. La vida de muchas mujeres depende de ello.