Veinte años han transcurrido desde el suicidio de Marcelo Mario Sajen, el violador serial que sembró el terror en Córdoba durante casi dos décadas. Su muerte, ocurrida el 28 de diciembre de 2004, marcó un punto de inflexión en la historia de la provincia, no solo por el fin de una ola de crímenes atroces, sino también por el inicio de una profunda transformación en la manera en que se aborda la violencia sexual. El caso Sajen, con sus más de 90 víctimas, expuso las falencias de un sistema que revictimizaba a las mujeres y las sometía a procesos judiciales insensibles y denigrantes. Dos décadas después, es fundamental reflexionar sobre el legado de este caso y cómo ha impulsado cambios significativos en la lucha contra la violencia sexual en Córdoba.
El horror que despertó conciencias
Sajen operaba con impunidad, aprovechando la falta de protocolos y la escasa sensibilización sobre la violencia sexual. Sus víctimas, en su mayoría mujeres jóvenes, eran abordadas en la vía pública y sometidas a agresiones que dejaron profundas cicatrices. La sociedad cordobesa vivía con temor, mientras el sistema judicial y policial se mostraba ineficaz para detenerlo. Las denuncias eran recibidas con desconfianza y las víctimas, en lugar de encontrar apoyo, eran sometidas a interrogatorios revictimizantes, a menudo realizados por hombres que carecían de la formación adecuada para abordar casos de violencia de género.
El caso Sajen puso de manifiesto la necesidad urgente de un cambio. La indignación social, sumada a la valentía de algunas víctimas que se atrevieron a romper el silencio, impulsó la creación de la Unidad Judicial de la Mujer y el Niño en noviembre de 2004. Esta unidad, pionera en su tipo, significó un paso fundamental en la atención especializada a las víctimas de violencia sexual, brindándoles un espacio de contención y seguridad para denunciar. La incorporación de profesionales mujeres, capacitadas en perspectiva de género, marcó un antes y un después en el abordaje de estos casos.
Un legado de transformaciones
La muerte de Sajen no solo puso fin a sus crímenes, sino que también abrió las puertas a una serie de cambios institucionales y sociales que han mejorado la respuesta a la violencia sexual en Córdoba. La creación de la Unidad Judicial de Delitos contra la Integridad Sexual, la implementación de protocolos de atención a víctimas y la capacitación de profesionales en perspectiva de género son algunos de los avances más significativos. Además, se ha producido un cambio cultural importante, con una mayor concientización sobre la violencia de género y una mayor predisposición a denunciar estos delitos.
Sin embargo, a 20 años de la muerte de Sajen, aún queda mucho por hacer. La violencia sexual sigue siendo un problema grave en Córdoba y en el país. Las tasas de denuncia continúan siendo bajas y la impunidad persiste en muchos casos. Es necesario seguir trabajando en la prevención, en la atención a las víctimas y en la sanción a los agresores. La educación sexual integral, la formación de profesionales y la creación de espacios seguros para las mujeres son claves para erradicar este flagelo.
El debate continúa
La conmemoración de los 20 años de la muerte de Sajen nos invita a reflexionar sobre los avances logrados y los desafíos pendientes en la lucha contra la violencia sexual. Es un momento oportuno para generar un debate social profundo que nos permita construir una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan vivir libres de violencia. ¿Cómo podemos fortalecer las instituciones para que respondan de manera más efectiva a las denuncias? ¿Qué medidas son necesarias para prevenir la violencia sexual y proteger a las víctimas? ¿Cómo podemos promover una cultura de respeto e igualdad que erradique la violencia de género de raíz?
Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos como sociedad. El legado de Sajen, aunque doloroso, nos recuerda la importancia de no bajar la guardia y de seguir trabajando por un futuro donde la violencia sexual sea cosa del pasado. La memoria de las víctimas y la lucha por la justicia deben ser el motor que nos impulse a construir una sociedad más segura e igualitaria para todas las mujeres.