El reciente anuncio del Gobierno de reducir a la mitad el ritmo de devaluación del peso argentino, llevándolo al 1% mensual, ha generado un intenso debate entre economistas y analistas. La decisión, que busca contener la inflación, despierta preocupación por un posible atraso cambiario y su impacto en las reservas internacionales del Banco Central. El ministro de Economía, Luis Caputo, defiende la medida como necesaria para estabilizar la economía y reactivar el consumo, pero las voces críticas advierten sobre los riesgos de una estrategia que podría profundizar los desequilibrios macroeconómicos.
El dilema del dólar barato: ¿oxígeno o bomba de tiempo?
La política de un dólar con ritmo de devaluación controlado, implementada durante el primer año de gestión, logró reducir la inflación, aunque a costa de una recesión y pérdida de poder adquisitivo para amplios sectores de la población. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y los inversores internacionales elogiaron la estrategia, reconociendo el logro del presidente Javier Milei de aplicar un ajuste severo con respaldo de la opinión pública. Sin embargo, la sostenibilidad de este modelo en el mediano plazo es cuestionada por expertos que alertan sobre la creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, así como la disminución de las reservas del Banco Central.
Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL, advierte que la combinación de un tipo de cambio bajo con una inflación que, si bien disminuye, continúa por encima del 2%, profundiza el atraso cambiario y afecta la competitividad de las exportaciones. Este diagnóstico es compartido por otros analistas, quienes señalan que el actual contexto internacional, marcado por la apreciación del real brasileño y la incertidumbre sobre las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos, incrementa la vulnerabilidad de la economía argentina.
La caída de las reservas, que superó los u$s1.100 millones en las últimas dos semanas, se atribuye a la intervención del Banco Central para contener la suba del dólar en el mercado financiero, al mantenimiento del régimen que permite liquidar el 20% de los dólares a través del contado con liquidación (CCL) y al aumento de las importaciones y los gastos con tarjeta en el exterior. Este último factor, impulsado por la devaluación del real y la eliminación del Impuesto PAÍS, genera una creciente demanda de dólares que presiona sobre las reservas.
La fiebre del turismo y el impacto en las reservas
El turismo emisivo, que experimentó un crecimiento interanual del 76,4% en diciembre, se ha convertido en un factor clave en la ecuación cambiaria. La salida de argentinos hacia destinos como Brasil, Uruguay y Chile, impulsada por un tipo de cambio que resulta atractivo en términos relativos, genera una sangría de divisas que complica el escenario para el Banco Central. Los gastos con tarjeta de crédito en el exterior se dispararon en enero, alcanzando un nivel cercano al máximo histórico registrado en 2018, año que culminó con una grave crisis cambiaria.
Un informe de la consultora 1816 señala que el incremento de los gastos con tarjeta en dólares explica la presión sobre la brecha cambiaria observada desde la segunda semana de enero. Si bien el Banco Central ha informado que aproximadamente la mitad de estos consumos se cancelan con acceso al mercado oficial, se espera que la demanda de dólares financieros para cubrir gastos turísticos aumente considerablemente.
El crecimiento de los pagos en el exterior mediante billeteras virtuales también impulsa la demanda de contado con liquidación, lo que podría explicar el aumento en los volúmenes operados con bonos AL30 y G030. En este contexto, las reservas del Banco Central acumulan una baja de más de u$s3.300 millones en enero, un mes en el que además se realizaron pagos de deuda a bonistas.
Advertencias de los expertos y la necesidad de un cambio de rumbo
Diversos economistas advierten sobre los riesgos de mantener un tipo de cambio atrasado en un contexto de fragilidad externa. Miguel Ángel Broda señala que la combinación de una política de carry trade (que busca atraer capitales especulativos con altas tasas de interés) con apreciación cambiaria y baja acumulación de reservas es insostenible y genera dudas sobre la viabilidad del modelo económico en el mediano plazo. Broda destaca la necesidad de atender la tasa de interés y ofrecer un rendimiento atractivo para los inversores en dólares, evitando así una mayor salida de capitales.
Juan Graña, investigador del Conicet, coincide en que el atraso cambiario dificulta la salida del cepo y la acumulación de reservas. El economista explica que “el dólar está muy barato, entonces las importaciones crecen, la gente vacaciona más afuera y entonces gasta dólares, y entonces todo esto se va acumulando entre pérdida de empleo en la economía argentina y más gasto de dólares”. Sumado a esto, la baja en las retenciones a las exportaciones, una medida implementada por el Gobierno para estimular la liquidación de divisas, no ha tenido el efecto esperado y es considerada por algunos analistas como una solución transitoria que no aborda los problemas estructurales de la economía.
El consenso entre los expertos es que la economía argentina se encuentra en una encrucijada. La estrategia del Gobierno, enfocada en controlar la inflación a través de un dólar barato, genera riesgos crecientes en materia de reservas, competitividad y sostenibilidad del modelo económico. La falta de una estrategia integral que aborde los desequilibrios estructurales, junto con la incertidumbre del contexto internacional, plantea un panorama desafiante para el futuro inmediato.