La decisión del gobierno de Javier Milei de no renovar la moratoria previsional ha desencadenado una profunda crisis en Argentina, dejando a millones de personas al borde de la desesperación. La medida, que entrará en vigencia en marzo, implica que aquellos que no cuenten con 30 años de aportes formales no podrán acceder a una jubilación, condenándolos a una vejez en la pobreza y la incertidumbre. Esta decisión no solo afecta a los trabajadores, sino que también desgarra el tejido social, profundizando la desigualdad y la exclusión en un país ya golpeado por la crisis económica.
Una bomba de tiempo social
El Centro Provincial de Inclusión Previsional (Cepip) ha alertado sobre la gravedad de la situación, afirmando que el 90% de las personas que consultan por el trámite jubilatorio no podrán acceder al beneficio debido a la falta de aportes. Las historias que se repiten en sus oficinas son desgarradoras: trabajadores informales, empleados en negro durante décadas, pequeñas y medianas empresas que cerraron dejando a sus empleados sin cobertura, mujeres dedicadas al trabajo doméstico sin reconocimiento previsional. La moratoria, que permitía a estas personas regularizar sus aportes y acceder a una jubilación digna, ha sido eliminada sin contemplaciones, dejando a miles de familias en la vulnerabilidad.
La precarización laboral, un flagelo histórico en Argentina, se convierte ahora en una sentencia de por vida para quienes se vieron obligados a aceptar trabajos informales para sobrevivir. La imposibilidad de decir “no” a un empleo en negro, por la necesidad de alimentar a sus familias, se traduce ahora en la negación de un derecho fundamental: el derecho a una vejez digna después de años de trabajo.
Las consecuencias de esta medida van más allá del mero ingreso económico. La jubilación no solo representa un sustento vital para los adultos mayores, sino también el acceso a una obra social, medicamentos y atención médica. Sin ella, miles de personas quedarán desamparadas, dependiendo exclusivamente de un sistema de salud pública ya sobrecargado y con recursos limitados.
La deuda es con los trabajadores, no con el FMI
El gobierno argumenta que la moratoria es un “regalo” y que el sistema previsional es insostenible. Sin embargo, esta narrativa ignora la realidad de millones de argentinos que aportaron indirectamente al sistema a través del consumo y los impuestos. La moratoria no era un regalo, sino un reconocimiento a una deuda histórica con los trabajadores que sostuvieron la economía del país durante décadas, a menudo en condiciones de precariedad e informalidad. Es una herramienta de inclusión social que permite a los adultos mayores acceder a un derecho fundamental: una jubilación digna tras una vida de trabajo.
Mientras el gobierno se empeña en pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), condena a la pobreza a sus propios ciudadanos. Se prioriza el ajuste fiscal y la reducción del gasto público por sobre el bienestar de la población, dejando a la deriva a los más vulnerables. El discurso de la “responsabilidad fiscal” esconde una cruel realidad: el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la profundización de la desigualdad social.
Un llamado a la acción
Ante esta crisis previsional sin precedentes, es crucial alzar la voz y exigir la reincorporación de la moratoria previsional. No podemos permitir que millones de personas sean condenadas a una vejez en la miseria. Es necesario que la sociedad en su conjunto, organizaciones sociales, sindicatos, partidos políticos y ciudadanos de a pie, se movilicen para defender el derecho a una jubilación digna para todos los argentinos. El futuro de nuestra sociedad está en juego.
El silencio cómplice ante esta injusticia solo profundizará la crisis. Es hora de exigir políticas públicas que promuevan la inclusión social y la protección de los derechos de los trabajadores. La moratoria previsional es una herramienta fundamental para garantizar una vejez digna. Su eliminación representa un retroceso social inaceptable que debemos revertir con la fuerza de la unidad y la movilización.
No nos quedemos callados. La lucha por la jubilación digna es la lucha por una sociedad más justa e igualitaria. Es hora de actuar.