Jacobo Hurwitz: un nombre que resuena en los pasillos de la historia, pero que permanece en las sombras para muchos. Este enigmático personaje, descrito como “el espía continental”, “el hombre de las mil máscaras”, o incluso “el hombre de Stalin en América Latina”, fue un activista político, un intelectual comprometido y una figura clave en el movimiento comunista de la primera mitad del siglo XX. Su vida, llena de exilios, aventuras y romances, es un reflejo de las turbulencias políticas e ideológicas de la época.
Los primeros años: Formación en la convulsa Lima
Nacido en Lima, Perú, en 1901, Jacobo Hurwitz provenía de una familia judía de inmigrantes alemanes. Su padre, un veterano de la Guerra Civil estadounidense que sirvió bajo el mando de Abraham Lincoln, llegó a presidir la comunidad judía del Perú. Este contexto influyó profundamente en la vida de Jacobo, quien desde joven experimentó la marginalización y el antisemitismo, sentimientos que sin duda alimentaron su compromiso social y político.
La formación política de Hurwitz se desarrolló en un clima de agitación social en el Perú. Participó en la fundación de la Universidad Popular González Prada, un espacio que ofrecía educación gratuita a los trabajadores, y que contó con la participación de José Carlos Mariátegui, uno de los intelectuales más influyentes del comunismo latinoamericano. Su militancia en debates por el divorcio y la jornada laboral de 8 horas lo convirtieron en un activista comprometido.
Exilio y Activismo en Latinoamérica: De la Represión a la Solidaridad
La participación de Hurwitz en una violenta protesta en 1923, en defensa de la libertad de expresión, desencadenó su primer exilio. El gobierno peruano, amenazado por las ideas revolucionarias, lo deportó. Su pronóstico de un futuro sombrío para sus camaradas resultó profético; en 1929, una brutal redada afectó incluso a Mariátegui, que murió semanas después del allanamiento de su casa.
Su exilio lo llevó a Panamá, donde se involucró en el movimiento inquilinario que protestaba por los abusos a los trabajadores que construían el Canal, y después a Cuba. En ambos países, se integró activamente en los movimientos comunistas locales, enfrentando la represión de las dictaduras de la época y forjando nuevas alianzas.
México: Refugio de Artistas y Centro de Intrigas
México se convirtió en el siguiente capítulo de la vida de Hurwitz. Allí encontró refugio entre las figuras más destacadas del arte mexicano, como Frida Kahlo y Diego Rivera. En este ambiente culturalmente rico, y políticamente activo, Hurwitz consolidó su rol en el movimiento comunista. Participó en el Comité Manos Fuera de Nicaragua, apoyando la lucha de Augusto Sandino, y en el Socorro Rojo Internacional, brindando ayuda a prisioneros políticos. Sus dotes intelectuales, oratorias y la facilidad para hablar múltiples idiomas lo convirtieron en una figura de referencia.
Fue en este contexto que se le asoció con el intento de magnicidio contra el presidente Pascual Ortiz Rubio. La acusación lo llevó a la prisión de Islas Marías, donde compartió celda con el joven José Revueltas, a quien introdujo en el pensamiento de izquierda. Esta experiencia, cargada de incertidumbre y violencia, no amilanó su activismo, sino que lo fortaleció.
Una vida entre amores, guerras e ideales
El perfil de Jacobo Hurwitz no se limita a su activismo político. El libro de Hugo Coya, “El espía continental”, revela una vida intensa, marcada por el amor y el desamor. Sus múltiples relaciones amorosas son una parte importante de su vida, mostrando un personaje complejo que encuentra en las conexiones humanas un contrapunto a su compromiso político.
Su matrimonio con la fotógrafa y profesora María Oynick (Masha), una mujer proveniente del Bund, un movimiento socialista judío, fue especialmente importante. El nacimiento de su hijo Víctor Anteo durante su labor en The Daily Worker, el principal diario comunista de EE.UU., demuestra su continua participación en la lucha internacional contra el fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, viajó entre Perú y México para participar en labores de apoyo a la lucha antifascista.
Legado y Reflexión: La Historia Continúa
Jacobo Hurwitz murió en 1973 en un accidente automovilístico en Lima, pero su legado perdura. Su vida, llena de riesgos, exilios y compromiso político, es una pieza clave para entender el contexto histórico del comunismo en América Latina. Es una historia que desafía los estereotipos, mostrando la complejidad del activismo y los dilemas de una generación marcada por las tensiones del siglo XX.
La obra de Hugo Coya rescata la memoria de este personaje poco conocido, invitando a una reflexión sobre los ideales, las consecuencias y el peso histórico de la lucha ideológica. La historia de Jacobo Hurwitz sigue siendo relevante en un mundo que aún lucha por la justicia social y la igualdad.